16 de junio de 2016

LE PRÉNOM · Baba Ganoush


¡Sigo viva! A unos 10.000 km de donde escribí el último post, pero viva al fin y al cabo. En el último año, mientras no escribía por aquí, lidiaba con el caos de los cambios. Ahora habito tierras manchegas, y he aprendido a comer partes del cerdo cuya existencia desconocía. Y queso frito, mucho queso frito. 

La verdad es que tal y como nos encontramos la situación al volver, comer bien y reírnos era de lo poco que nos quedaba. En este post os traigo dos ingredientes para capear la crisis, esa de la que dicen que estamos saliendo (me meo): una receta barata y deliciosa y una peli para reír hasta llorar.




Me gusta el cine francés (sí, es la típica afirmación de cinéfilo estándar) y me encanta el apoyo que le dan a su cine. El cine nacional tiene preferencia en sus salas y el público acude a verlo como si cada una de las películas fuera "Ocho apellidos vascos" (Ay, si me dieran un euro por cada vez que me han preguntado que opino de la película "por ser vasca"...).

Le Prénom sobresale por la calidad de sus diálogos. Ya sabéis que soy una fanática total de los diálogos (por eso mi admiración por gente como Fernando León de Aranoa), y en esta película son los absolutos protagonistas. Cuando una película es capaz de desarrollarse en un espacio cerrado sin que te aburras un segundo, es evidente que el guionista es una máquina. Un ejemplo de cómo NO hacer esto es la última de Tarantino: Quentin, yo te quería...

En resumen, unos chalados (supongo que para ser franceses están en la media) franceses encerrados en una casa sacando trapos sucios es igual a diversión asegurada. Y cómo no, una friki como yo no podría pasar por alto la cantidad de comida árabe que engullen entre discusión y discusión: pastela, shakshuka, mechouia, zaalouk, hummus... y cómo no, mi adorado baba ganoush/mutabal/caviar de berenjenas. El nombre cambia según la zona pero el sabor y la untuosidad es igual de fascinante. 


No puedo negar que la cocina árabe es mi verdadera pasión. El hecho de poder tirar especias a cascoporro en una olla y que salga algo delicioso me pone muy feliz. Este plato lo acompañas con una ensaladita de pepino y ta-chán!: comida lista.


Ingredientes:
  • 4 berenjenas medianas
  • 1/2 cabeza de ajo
  • 30gr de sésamo
  • 1 yogur natural
  • 50ml de aceite de oliva
  • Comino
  • Perejil fresco
  • Pimentón
  • Sal y pimienta
  • Zumo de 1/2 limón

Recuerdo que la primera vez que probé este plato, en una ruidosa avenida de Buenos Aires, luego lo intenté reproducir en casa pero no conseguía el toque ahumado que lo caracteriza. Un día en un restaurante me dieron la clave: quemar antes las berenjenas a fuego directo, hasta que la piel queda bastante chamuscada. Si tenéis gas, es muy sencillo: se pone la berenjena sobre la llama y se deja un poco por cada lado. Con la vitrocerámica no queda igual, pero se puede imitar el efecto quemándolas en una sartén.




Luego se meten en el horno a unos 180ºC junto con la mitad de la cabeza de ajo sin pelar. Se deja unos 20 minutos, hasta que la piel de las berenjenas está bien dura pero hecha por dentro y el ajo blandito, con un sabor dulzón (tened en cuenta que dependiendo de vuestro horno y del tamaño de las berenjenas el tiempo puede variar).

La receta original lleva tahini pero yo nunca lo uso porque o no lo encuentro o su precio es un robo a mano armada. Por eso hago mi propio tahini tostando sésamo y luego procesándolo con aceite de oliva hasta que se hace una pasta. Luego le agregamos los ajos y las berenjenas peladas y procesamos. Al final se le añade el yogur, las especias y el limón y se mezcla bien. Antes de comerlo lo suelo meter un rato a la nevera, para que esté fresco a la hora de comer, así es perfecto para el verano. Se acompaña con pan de pita (o en su defecto con las típicas tortillas mexicanas que venden en los supermercados) y se va comiendo con el pan como si fuese una cuchara. ¡Y a disfrutar!